domingo, 31 de marzo de 2013

amor desordenado con revólver


Esta noche, el humo
es el punto de encuentro de tu vientre
hasta mi boca.


Antes del último suspiro,
recién engrasada la violencia que provocas,
busco la única combinación que no deja lugar a las dudas
en la ruleta del tambor,
para volcarme,
vencido,
entre tus piernas.


Volver sería el camino equivocado,
dejarse matar
la mejor de las opciones,
desesperado,
acorralado por tus muslos como dos morteros
y
sin argumentos,

ni oración.


No hay odas a la dignidad
o
al heroicismo,
sólo sopla un viento extraño que seca mi sudor
pero no puede con la decidida humedad de tu embestida.

Si he bebido suficiente para obviar a los insectos
de ahí afuera;

tú eres el calor absoluto.


No hay más que hablar:

morir y disolverse


viernes, 29 de marzo de 2013

una niña


Me gusta cuando es como una niña.

Me gusta
cuando es como realmente es:

                                                                   una anciana.


Los ancianos y los niños son los únicos
que miran a la vida como la viven,

con total sinceridad:
                                                  
                                                                   sin miedo.


Los demás somos personas inestables
en continuo tránsito,
ninguno
somos de fiar.


Ellos tienen el principio tan reciente
o
el final tan cercano,
que pueden permitirse caminar

sin prisa

hacia ninguna parte.



Esto es impensable a cualquier otra edad.



Por eso me gusta como es:

una niña
de 90 años


lunes, 25 de marzo de 2013

lo que no se borra en tiza


Sigue intentando aparecer
de nuevo.

A veces lo consigue.

Por suerte, ahora,
tengo problemas mucho más importantes,
en mi desordenada cabeza,
que centrifugar.

No hay tiempo
ni lugar
para el recuerdo.

El cerebro es una máquina más precisa que el corazón
y sabe decidir cuándo 
está bien
de tonterías.

Ahora, conduzco los días
tan deprisa,
que no puedo permitirme distracciones.

He aprendido a calcular la dosis de vida que, ni me mata,
ni me permite llorar.

Ahora puedo mirar a los ojos al futuro
sin convertirme en piedra

Aunque hay huellas en la arena que no cubre la pleamar,
vendrán gaviotas 
a comerse los cangrejos,
puede incluso venir el viento de poniente y cobrarse nuestras pellas.

Relativizar las circunstancias
es algo
que no se aprende del tiempo,
se aprende
del dolor.

...

Detrás de mi casa
aún puedo leer nuestros nombres
escritos con tiza,
sobre el ladrillo,
claros y vigentes, como el primer día.

Imagino que es normal tenerle miedo
a las cosas que no consigue
destruir el tiempo
ni el viento
ni la lluvia.

puntos suspendidos


La vida es sólo una casualidad
que puedes, o no, 
aprovechar a la primera,
porque no viene de vuelta.

Sobrevivir otro día no es más que cuestión de suerte,
buena o mala:

suerte.

Yo llevo veintiséis años teniendo suerte
cada día,
buena o mala.

No sé 
a quién le debo los otros veinticinco que he pasado
tan deprisa,
bebiendo de trago cada uno de los chupitos
sobre la barra.


que si vivo deprisa muero joven
si vivo despacio
muero viejo,
pero muero antes.

Es pronto aún, dice la historia del mundo,
que sólo soy un poro que se abre
en ésta 
                        extensión
infinita.

Un suspiro
que pelea con el tiempo
por la misma derrota.

Cómo sabemos si no
es
el último
trozo

del pastel.


jueves, 21 de marzo de 2013

La guerra invisible


Un día tomé conciencia de mí mismo
y de que escribía.

Un profesor me dijo que eso que escribía,
era poesía.

Justo lo que el mundo necesita:

otro poeta.

No me gustaba escribir sobre amor,
aunque lo hacía.
Mal.
Pretencioso.

No me gustaba escribir sobre nada
en concreto,
aunque lo hacía.

Escribía cuando
necesitaba
escribir, para canalizar experiencias
y mirarlas desde fuera,
para intentar dar al dolor identidad
ajena.
Vivir en tercera persona.

También he escrito al desamor
y a los intentos de olvidar
cuando no estaba borracho,

porque el alcohol, al olvido,
es como los parches de nicotina,
como pedir un crédito,
como el tarot
a la esperanza,

como beber del mar.

nunca ha sido una buena idea guardar
la mierda debajo de la alfombra,
pero podía seguir bebiendo
y permitirme el lujo
de decidir
qué me destruiría.


Cada vez me daba más asco
el mundo que me había tocado vivir
la ciudad
este barrio,
mi jodida habitación.

Decidí que la poesía,
como la llamó mi profesor,
debía tener carácter combativo,
servir de algo,
sin pretensiones,
despertar,
transgredir,

incomodar.


Me di cuenta que la literatura estaba dentro,
aunque no queramos,
de una guerra invisible que libramos cada día
y que, al final,
el amor,
como el odio,
la tristeza
o la injusticia,
era sólo
otro frente abierto.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Un campo de concentración taxidermista


No conocer mis limitaciones
no me hace capaz de volar.

He intentado tantas veces 
reproducir el instante que permanezco 

suspendido, 

que no he conseguido más que agotar la mecha
para el único momento
en que me siento vivir,
como una combustión impetuosa,
de dentro a fuera,
violenta
de deseo visceral.

El resto del día
puede resumirse
como una muerte insuficiente
en determinación
y puntería,
como 
un grifo

que

                   gotea.

Mientras,
ahí fuera,
nadie
necesita prometer que va a intentar ser mejor persona.

Miro
y me doy cuenta que,
la mayoría de veces,
la vida te deja sin dientes demasiado temprano,
cuando aún quedan muchas cosas
muy duras
que masticar.

Hay que dar a Darwin la razón,
aunque les joda.
Y a los documentales en que muere
el antílope más lento
que oigo gemir aunque cambie de canal.

La naturaleza no es cruel
es su manera de administrar justicia
y no es menos arbitraria que la nuestra
y más objetiva.

No podemos imponer el caos dentro de una oración determinista,
en la que la mejor manera de desenvolverse
es el camuflaje,
y dejar al mundo que se destruya alrededor.

Porque al final la vida
es aprender lo imprescindible
para seguir pareciendo
imprescindibles.

Mientras el mundo se parece cada vez más
a un gigantesco campo de concentración
taxidermista.

Nosotros somos sólo
trozos de corcho
y alfiler
Nuestra historia 
El amor
Y la poesía,
sobre nosotros:

Mariposas muertas

Somníferos


Qué bien duerme quien no le debe nada
a nadie,

los que priorizan con mentiras sobre amor incorruptible
en una cama enorme.

Qué bien duerme el funcionario.

Y el hijo del funcionario.

Qué bien se duerme cuando los cimientos de tu casa 
no tiritan de frío,

si no recuerdas sí tomaste la pastilla
y tomas dos.

Qué bien se duerme cuando aún eres tan joven 
y tan vivo 
que no te puede infectar la sociedad de su histeria

de 

su 

rit

mo.

Qué bien se duerme si tu perro está dormido
y duerme la imperante 
necesidad 
de escribir.

Qué bien
se duerme cuando nada te salpica

o cuando llevas toda la tarde

bebiendo.


Hijos de puta


Hay que tener cuidado 
o tomar conciencia
y peso
cuando decimos (y digo decimos, 
me incluyo)
quién
“es un hijo de puta"

Porque la madre de los asesinos más crueles
de los violadores
de los genocidas,
la madre 
de los mayores hijos de puta de la historia (y aquí me vuelvo a       equivocar)
es solo una pobre mujer
que se pregunta muy a menudo,
como las nuestras,
qué es
lo que han hecho mal

viernes, 15 de marzo de 2013

La maleta


Las cosas pasan,
pero yo voy a mi aire, 
montado en un caballo de madera
dispuesto a matar sin hacer daño (soy incapaz de hacer daño),
a cambio de injusticias.

Intento traspasar una esquela al portador
que me consume
y me apremia a luchar por lo que es mío
como
por ejemplo

mis sueños.

Pero me da pereza hasta escribirlo,
hablar de ello,
pensarlos,

soñar-los.

¿Cómo voy a intentar siquiera 
alcanzarlos?

Sobrepaso la toalla que tiré,
la lanza quebrada
y la resaca
para nunca volver.

Nunca volver porque, en verdad, nunca he partido.

Aunque ha dicho la tele
que se puede vivir mejor en otro lado,
haciendo otras cosas,
siendo otras personas,
viviendo otras vidas.

La tele está llena de cosas que le hacen sentir a uno como una mierda.

Yo solo tengo una maleta sin hacer,
llena de deudas,
y vacía de cojones.

El banco del parque


No hay futuro en el banco del parque

Hay chapas en el suelo,
hojas secas,
cáscaras de pipas,
tantas como colillas muertas,
de tabaco y de porros,
Hay cristales de un litro de cerveza,
una lata de coca-cola
abollada,
arrugas en la madera hendida de aburrimiento,
capas de barniz,
capas de mierda de pájaro,
un plástico quemado,
nombres escritos con tinta
y con navaja.
Hay 
un punto de inflexión
intergeneracional
y una oportunidad para escribir.

Pero futuro no,
no hay,
en el banco del parque

Tu ausencia


¿Por qué,

si es como una gota de sangre en la bañera,
como una mota de polvo a contraluz,
que sólo veo al bizquear
y no bizqueo?

¿Por qué, 

si apenas es
un hilo de voz en la distancia
y por suerte,
mis días son vagones de metro
que suceden en estrépito
dulce y ensordecedor,
embriagados y anodinos?

¿Por qué,

si dudo haber oído alguna vez
esa nota de piano,
si no huele a cebolla familiar,
ni acarician toallitas postcoitales?

¿Por qué, 

si nada gira en torno a
nada,
ni temo a la inversión en la polaridad
de mi calzado?

No sé muy bien por qué,
pero en la cama,
a veces,
aún escuece

tu ausencia.


jueves, 14 de marzo de 2013

El mundo pide un fin del mundo cada cierto tiempo


Flaco favor le haces a las calles
si te quedas en casa
y no sales a pisar su cara, distraída.
Tú que le has enseñado al invierno que puede tener colores,
como la voz,
aunque le vistas de negro,
porque eres criatura de la noche.

Yo, que finjo un pacto con el día para cruzar su umbral
si te imagino caminar
entre el resto de pávidos mortales,
si te quedas en casa,
estoy tan acostumbrado a esta ciudad
que la miro y no veo nada
como se acostumbra la nariz al olor de la propia mierda,
el paladar a las sopas de sobre
y empieza a llover sobre la acuarela.

Si no estás
nada puede perturbarme
nada me mueve, ni motiva
resisto
porque es el camino difícil
mientras todo lo demás nace
o se deja morir.

Puedo recorrer toda esta puta ciudad,
sin hacer mucho caso a las señales
y que nadie se dé cuenta,
puedo pasar entre la gente
como pasan
los segundos 
de sus vidas.
Puedo respirar el aire viciado de este frasco de cristal
y el murmullo que no permite crecer a las flores.


Si te quedas en casa
porque no hay nada mejor que hacer
o porque odiamos los domingos
sé de otro gilipollas que vive lanzando lejos
los relojes.

Mañana será otro día

¿por qué no?

Mi perra intenta cazar una polilla
que no encuentra el sol
porque el sol hoy no ha salido para nadie.

He formulado una lista macabra
de las personas que salvaría al holocausto
y he llenado la libreta
con tu nombre.