miércoles, 25 de enero de 2017

TULIPAS DE ESTAÑO






Si sostienes las manos de un anciano,
para ayudarle a caminar,
no sientes únicamente la presión
sus sesenta o setenta kilos
sobre el débil balanceo de unas piernas cansadas;
no sólo                          su cabeza erguida.
Tienes en tus manos, además,
todo el peso en céntimos de cobre
de un tortuoso camino de piedras.
Sostienes la tensión imposible en las costuras
del tejido amarillento,
la áspera desmemoria de estaciones,
lluvia y sol sobre la roca.
Te permite acariciar, también, cada grieta del deshielo.
Puedes sentir el tuétano encallado
de yunque y hormigón del siglo veinte,
intuir el dolor articular
del yugo, la sotana y el gatillo.

Es curioso cómo, esas mismas manos,
que abrazaron tan duro
durante tantos años,
resultan entre las tuyas tan ligeras
que parece que rompieran a volar,
frágiles
como tulipas de estaño.

lunes, 16 de enero de 2017

SINCERA MENTA






Cuando digo Sonia,
me atraganto de gorriones hembra,
su sonido araña el gris abovedado
con tizas de colores.
Apenas la pronuncio,
me amanece entre los dientes un alud de tulipanes
que destroza el hambre.
Cuando digo Sonia -sé que hay quien
no puede verlo-
mira de soslayo el girasol
y pierdo dos metros de nieve.
Recuerdo, antes de ella, antes de nosotros,
si alguna vez dije Sonia,
nada
de este eco de almíbar derribando la pared.
Algunas veces, lo digo sin venir a cuento,
digo Sonia,
y el mundo es un lugar más chiquitito,
casi
acogedor.
Lo digo y es inmediato: Sonia,
vuelven las abejas; Sonia, y leo
en el periódico el lenguaje cifrado de la revolución.

Sonia, y el café es extraordinario.
Sonia, y las macetas ríen sincera menta.
Sonia, y catedrales
para el viento con papel de arroz.
Sonia,
y amor felicidad belleza,
sólo son campanas huecas.
La vida entera pasa en sepia y se reduce a un punto de luz
sobrellevable,
cuando digo Sonia.

domingo, 8 de enero de 2017

EL TEJIDO





No sabe bien quién es.

Responde a una palabra que huele como a hogar,
sin conocerla.
Cuenta tres pañales y una voz
que grita, que dibuja la piel del invierno
en bucle decadencia, rasgando el tejido,
pudriendo la merienda.
No sabe bien quién soy,
si soy la mano que dirige la cuchara,
los ojos que sorprende al deambular,
la fila de naipes que muestra los dientes.
No sabe quién son ellos: la fotografía trasparenta.

No sabe bien
por qué. No sabe
de caballos cansados manteniendo un trote mudo,
automático.

ma ma ma
no va a venir.

La muerte avisa. La sombra sabe
contar hasta tres.
Ese debe ser el color verde.
Conserva, en un bolsillo, los pañuelos,
un clavel, un rojo rojo clavel, un clavel
y, detrás de algún lugar inaccesible,
cómo botar una pelota.