No debía de tener yo más de diez años.
Íbamos a la compra grande de los domingos.
Mi padre comentó,
al pasar por un taller de mecánica rápida
que donde él trabajaba,
los neumáticos eran casi mil pesetas
más baratos.
Yo le pregunté si era tanta diferencia.
Me contestó:
“Hay
gente que mata por ese dinero”
Entonces comprendí que el precio de una vida
humana,
por aquel entonces,
debía rondar la mil pesetas.
Ignoro cuál es el valor actual.