miércoles, 7 de enero de 2015

silbando caracolas

Cuando digo Sonia,
me atraganto de gorriones hembra;
su sonido
araña el gris abovedado
con tizas de colores.
apenas la pronuncio,
me amanece entre los dientes
un alud de tulipanes
que destroza el hambre.
cuando digo
Sonia -sé que hay quien
no puede verlo-,
mira de soslayo el girasol y pierdo
dos metros de nieve.
recuerdo, antes de ella,
antes de nosotros, si alguna vez
dije Sonia,
nada
de este eco de almíbar derribando la pared.
a veces, lo digo sin venir a cuento,
digo Sonia,
y el mundo es un lugar más chiquitito,
casi
acogedor.
lo digo y es inmediato: Sonia,
vuelven las abejas; Sonia, y leo
en el periódico el lenguaje cifrado
de la revolución;
Sonia, y el café es extraordinario;
Sonia, y las macetas ríen sincera menta;
Sonia, y catedrales;
Sonia,
y amor, felicidad, belleza,
sólo son campanas huecas.
La vida entera pasa en sepia y se reduce
a un punto de luz sobrellevable,
cuando digo Sonia.

domingo, 4 de enero de 2015

tulipas de estaño

si sostienes
las manos de un anciano, 
para ayudarle a caminar,
no sostienes 
solamente 
sus sesenta o setenta kilos,
sobre el débil balanceo de unas piernas cansadas,
no sólo
su cabeza erguida;
tienes en tus manos -además-,
todo el peso, en céntimos de cobre,
de un tortuoso camino de piedras.
sostienes
la tensión imposible en las costuras
del tejido amarillento;
la áspera desmemoria de estaciones,
lluvia y sol
sobre la roca.
puedes acariciar, también,
cada grieta del deshielo;
puedes
sentir el tuétano encallado
de yunque y hormigón
del siglo veinte;
intuir el dolor articular
del yugo, la sotana
y el alambre.
es curioso cómo, esas mismas manos,
que abrazaron tan duro,
durante tantos años, resultan,
entre las tuyas, tan ligeras
que parece que rompieran a volar,
frágiles
como tulipas de estaño.