sábado, 30 de noviembre de 2013

jesucristo nació un 30 de noviembre


En los grandes almacenes donde tuvo lugar tan feliz acontecimiento, para esta fecha tan señalada, ya estaban puestos todos los adornos navideños. Y reproducían villancicos por megafonía; el mismo puto cd de villancicos, de nueve de la mañana a diez de la noche, todos los días, del 30 de noviembre al seis de enero. Sin descanso.

La Navidad es roja. Y brillante, por imposición. También es dorada. Y plateada. Y todo el resto de colores horteras de tinte barato que se te puedan ocurrir para combinar su luz.

Si no te gusta la Navidad eres un pseudopsicópata sin sentimientos.

Esta misma mañana dos señoras han ido a comprar una raqueta para su sobrina pequeña. La niña, según parece,  juega al tenis. El  vendedor les ha recomendado una de precio muy asequible. Una que, según su criterio, era más adecuada al nivel y la edad de la niña. Pero las señoras optaron por una raqueta más cara, marca Wilson, porque “es Navidad”, “no importa el precio”. Además, quieren mucho a su sobrina.
Ninguna de las dos señoras acertaba cuál podía ser la altura aproximada de la niña. Decían verla sólo de año en año, por estas fechas.

Feliz Navidad a todos.

Recordad acordaros de las personas que queréis.

El periodo para devoluciones se amplía hasta el 31 de Enero.

domingo, 24 de noviembre de 2013

lo único que tenía para ofrecerte

Llorabas sin consuelo
y un telón oscuro
caía
sobre el mundo,
como si fuese el último 
atardecer,
porque no sabías qué coño hacer
con la vida,
como si
te viniese grande.

aquel abrazo,
-se que supiste entenderlo-
decía:
no te preocupes,
trae
yo te la cuido
hasta que estés mejor.

martes, 19 de noviembre de 2013

hannah montana

Últimamente, varias personas sin aparente relación, me han preguntado qué me parece la nueva actitud de Miley Cyrus. Yo, por completa ignorancia y total desinterés, les he contestado a todos con un escueto: me da igual.

Todo esto empezó a resultar sospechoso cuando seguían sumándose las personas a quienes parecía importarles realmente mi opinión sobre este tema. Me tuve que documentar.
Algo no encajaba, parecía una simple, aunque aguda estrategia comercial. La niña buena de América, la mejor amiga de vuestra hija del canal infantil, chupando un martillo en pelotas. Pude imaginar a toda esa gente que tanto se escandalizó con el mencionado vídeo, machacándosela después frente a un ordenador que proyectaba mujeres en actitud similar. Algún activismo feminista puede verlo como otro ejemplo en el que se usa el cuerpo de una mujer como reclamo de un sediento público machista, con enormes penes de demolición. A mí me sigue dando igual. 
Creo que la chica tiene un buen desnudo y que su actitud ha sido decisión suya, o de un manager bien pagado. Yo me hubiese desnudado por bastante menos de la mitad de lo que van a recibir cada uno. Pero seguía sin encontrarle relevancia.

Dándole vueltas al tema, tropecé con lo que empezaba ya a chirriarme en los oídos, lo realmente siniestro de esta rocambolesca situación alrededor del creciente interés de la gente por construirse una cimentada opinión acerca del desnudo de una adolescente. Nadie, ni uno solo, se había parado a preguntarme qué me parecía que varias personas llevaran en huelga de hambre en Sol más de un mes, por los derechos de otras personas que ni conocen. Sencillamente, ni me había enterado hasta hace apenas dos días, debido también al vacío mediático realizado por sistema.

A partir de ahora, cada vez que alguien me pregunte qué me parece que una mujer bonita se desnude por decisión propia, diré simplemente: maravilloso, y me pondré a investigar por mi cuenta qué está ocurriendo, realmente.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

a más de medio mundo

Hemos discutido por teléfono. A los pocos minutos, hemos intentado demostrar, por wassap, que era una gilipollez. No nos hemos entendido.
Miraba después mi móvil, sobre mi mano: un rectángulo negro con tacto de metal, inútil, y peleaba conmigo mismo por marcar su número de nuevo. En lugar de eso, he mirado la batería (32%). Después la hora, dos veces.
Llamar, a ciertas horas, y arreglar malentendidos, no me cuesta dinero.
Paso. Ya se le pasará.

De vuelta a casa, esa misma tarde, en la cabina de un locutorio, una familia de origen africano -debían ser casi diez- se turnaba para decir hola a alguien al otro lado que, supongo, debía estar a más de medio mundo. Les miraba, a través del cristal, pasar el auricular deprisa y sonreír después. Me sentí fatal. Sentí el bulto del móvil pegado a mí, en el bolsillo del pantalón. Sentí su peso. Y decidí usarlo: las 19:36.