domingo, 27 de noviembre de 2016

NORMAL






Algunos días, cuando menos te lo esperas, en los lugares más insospechados, aparece una persona de lo más normal. Y te habla con educación su pausada y trasparente voz, haciendo gala, sin orgullo, de una espléndida naturalidad. Y te das cuenta de lo maravillosamente normal que es. Y le preguntas dónde ha estado todo este tiempo, si sabe qué está pasando, por qué el mundo se ha convertido en un lugar tan extraño.


DEBAJO DE UN CASCO BLANCO





Podría ser jefa de obra, arquitecta o qué sé yo,
llevaba puesto un casco blanco
con el que cedía toda hostilidad
a su pelo de cobre y su vestido verde.
Por burlar a los tacones, caminaba chocolate y menta
por el firme irregular de la obra.
Era difícil distinguir si el edificio estaba levantándose
o a mitad de camino de su destrucción.
Caía la tarde. Todo lo demás se detuvo.
Pararon a mirar hasta las grúas.
Los obreros, disimulaban su imaginación:
uno, hielo para el café;
otro, creyó que olía una tormenta;
el último, se dejaba acariciar por las agujas de un pino.



miércoles, 23 de noviembre de 2016

EL ÁRBOL DE LA CIENCIA









OTRA PASTA




A mi abuela, rara vez la he visto envejecer.
Nació con la voluntad de una piedra que recorre el aire
y toda la fuerza del agua.
No conoció a su madre y siempre
creí que había sido criada por un pino
o un jabalí.
Está hecha de esa otra pasta
con que se hacían - a sí mismas -
las mujeres de antes.

Esta mañana,
al caer, se ha hecho añicos la cadera
y ahora,
su pierna cuelga de un saco con arena. 

Espera tumbada, muy tranquila,
a entrar en el quirófano y le dice a la enfermera guapa.
Ni se inmuta. Dice no sentir dolor.
Ha seguido preguntando por cada uno de sus nietos,
de uno en uno,
como cada día.

Apenas recuerdo haberla visto envejecer.
Una vez, la vi bajar de un coche,
que la llevó hasta el lugar donde enterramos a mi tía.
Y pude ver cómo menguaba,
tenuemente,
toda la historia del mundo,
el pinar, la piedra, el agua,
el jabalí.
A cada golpe seco de la pala y la madera,
sus ojos se hundían, haciéndole preguntas a Dios.

Hoy
viéndose un trasto agarrado a una polea
- no ha sabido cómo disimularlo -
envejecía, de un golpe, cada uno de los noventa años
que le debe al pinar,
la piedra, el agua, el jabalí...


domingo, 20 de noviembre de 2016

LÍNEA DE VIDA







Deben quemarle en la pupila y el oído
los te quiero
que se me escapan al ventilar la jaula.
Todos los te quiero, escritos en cursiva
con láminas de pan de oro
tan frágiles.

Mi manera favorita de agotar su desmesura
de asfixiar la melodía que alimenta
una y otra vez
es quedarme siempre en los intentos
quitar la mano cuando empiezo a notar calor, pero
te juro que lo intento. Una y otra vez.

Intento no dejarle bailar mi agua
este torpe zigzagueo que le enferma;
intento no morir si arruga la mejilla;
intento
no tener que pedir perdón;
intento cucuruchos para los malos ratos
de hasta pinzas de la ropa.

Intento demostrar que no me importa
si se echan a perder todas mis notas,
la antología completa de poesía occidental
porque dejamos la ventana del amor
abierta
tan de par en par que está todo lleno de cataratas
y libélulas;
intento no andar invocándola a placer
como si me perteneciera,
vestirla y desvestirla tan violentamente;
intento que no se resigne
a sostener mi llanto y mi ira
mi pelo al vomitar.

Intenté por último
convertirme en su segunda piel,
lo intenté con hogueras de arroz para el frío
y casi derribo la cosecha. Otra vez
en los intentos, una y otra vez.

Por eso, la mayoría del tiempo
me limito a observarla sin que se entere
desde algún lugar oscuro.
Si camina por la calle, aspiro su desdén
detrás de algo que se deja empujar por el viento,

o la descubro
descansar mal escondida en un rincón imposible
de la canción que suena por la radio.
Otras veces, la escucho respirar si está dormida
y me vale.


La leo en cada charco
tarareando una versión del cielo,
en cada mano que se extiende.
Nada más.
Creo que así la quiero bien,
cayendo con la libertad pausada del otoño
sin la necesidad de darle trazo a mis dolores de cabeza.


Rotas las correas, casi cerca,
empiezo a malentender cómo funciona todo esto:
sólo soy
un niño que mira a través de una ventana
al que adormece la luz de los club de carretera,
un perro que juega a volar los pájaros,
el faro que ilumina el mar,
el pastor y las estrellas.


La adoro,
no necesito comprenderla.

sábado, 19 de noviembre de 2016

"EL LIBRO DE LA POBREZA Y LA REVOLUCIÓN" ABD AL-WAHLAB AL-BAYATI






Nº de páginas: 132 págs.
Editorial: ENDYMION
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788477310259
Año edición: 1989
Plaza de edición: ES
Traductor: FEDERICO MUÑOZ


« ¿Qué escribiste en el agua, humanidad?
¿Qué es lo que sumerge al mundo en la niebla?
¿Qué objeto puede vivir si lo aborreces
y morir si lo amas?»


«La muerte es justa: bien está.
Pero que sea justa la vida
y el mendigo disponga del trono del shah.
Porque Mustafa murió en la acera al mediodía
y en los pechos de la gentil princesa
drogado y desnudo, murió el shah.»

«He visto esas ranas ciegas en el poder sentados
simulando amar a los hambrientos,
fingiendo alfombrarles el suelo con rosas y arrayanes.
Este es, señor, el oficio del hombre de nuestro siglo,
mientras en los diccionarios exista una palabra
llamada olvido.»

martes, 15 de noviembre de 2016

LA CABRA






Cuando veo imágenes del desfile militar
-con la que está cayendo-
y se repite por la tele el comentario,
el poco dinero que ha costado este año

el puto desfile, no puedo evitar
acordarme de Pili, la viudita del sexto.
Todos los domingos,
se cargaba de piel falsa y bisutería

de a montón, para ir a misa.
La pobre parecía el camello de un sultán.
Llevaba como diez tipos de collares diferentes,

encima de un camisón con manchas.
Todo el mundo la miraba y sonreía,

pero a ella parecía no importarle.
Hace años que no la he vuelto a ver.
También me ha venido a la cabeza,

al escuchar lo del desfile y
también sin aparente relación,
aquel chaval del colegio
que corría detrás de las chicas con la polla fuera.
Se la enseñaba a todo el que pasaba por su lado.
Las chicas gritaban y corrían
o se tapaban los ojos con las manos.

Nosotros le lanzábamos patadas,
al grito de guarro hijo de puta.
Parecía automático: la sacaba
y empezaba a reír, escandalosamente.
La verdad es que era un pedazo de polla
digno de ver.

"Un paseo invernal" Henry David Thoreau







  • Nº de páginas: 128 págs.
  • Encuadernación: Tapa dura
  • Editorial: ERRATA NATURAE
  • Lengua: CASTELLANO





«Quisiera hablar a favor de la Naturaleza, de la libertad absoluta y de lo salvaje, en contraposición a la libertad y la cultura meramente civiles».


«En la profundidad del bosque, completamente solos, mientras el viento sacude la nieve de los árboles y dejamos atrás los últimos rastros humanos, nuestras reflexiones adquieren una riqueza y variedad muy superiores a las que ostentan cuando estamos inmersos en la vida de las ciudades. El zorzal y el trepador son una compañía más estimulante que la de políticos y filósofos, a los que volveremos a ver como quien se reencuentra con unos viejos y vulgares compañeros. En este valle solitario, en el que un riachuelo desagua las laderas cubiertas de hielo estriado y cristales de infinitos matices, entre los que sobresalen los juncos y la avena salvaje, y se elevan los abetos y las tsugas, nuestra vida es más serena y verdaderamente digna de contemplación».


«Cuando me siento triste y vacío, o incluso velando un funeral, y de repente escucho, mas cerca o más lejos, el canto de un gallo rompiendo el silencio de las viejas aceras de tablas un domingo cualquiera, pienso para mí mismo: Al menos, uno de nosotros está bien».




domingo, 13 de noviembre de 2016

CÓMO PARAR EL ASCENSOR








Hay una larga lista de cosas
que no me permiten pensar con claridad.
Mejor dicho,
ciertos números, su timbre cabezota,
cimbrean en mi cabeza, como ráfagas de percusión.
Aunque cierre los ojos,
baila su filamento incandescente.

La mayoría de datos ni siquiera los manejo con exactitud,
pero están ahí,
como una sirena que recorre la ciudad.

Algunos de ellos,
son la letra pequeña del número pi de los contratos;
los restos de mi cuenta después del día cinco,
cada mes;
lo que queda de turno en el trabajo;
los besos que no he dado por no parar de hablar;
el tiempo que tenía para cambiar
o se acabó;
los pasos que le quedan a mi abuela;
los céntimos que ha subido el pan, la gasolina;
las décimas de segundo que me quiso de verdad
el colibrí;
los minutos que llego tarde siempre;
los días para el cambio de estación;
los miles de años que hacen falta
para que vuelva el cometa;
las hectáreas de bosque por minuto;
los niños que no tienen perro
pero tienen moscas;
el maldito teléfono de UNICEF;
la soledades que acumula el cenicero de mi padre;
las personas que lloran simultáneamente
las que hacen el amor;
las neuronas que se apagan
porque no he encontrado otra mejor manera
y mira que he dado cabezazos;
las luz enferma de la báscula;
los datos que manejan los espejos;
las velas de la tarta;
las vértebras;
el dos más dos.

Procuro mirar hacia otro lado,
tararear entre dientes
viento que se lleve el humo.
No tengo reloj, ni calendario,
ni luciérnaga a la hora de dormir,
pero todos estos números pelean en mi cabeza y,
al final, no alcanzamos ninguna conclusión,
para dejarlo todo como estaba,
sin armar.
Cuando parece que voy a darme por vencido
al embudo infierno numeral,
sólo tú,
sola,
una,
única y sin decimales,
irreductiblemente música.

Nada más.

Vienes a enseñarme cómo vivir en un abrazo
sin el filo segundero,
con la canción que destruye las paradas de autobús,
regalando los pájaros que no te caben en el pecho,
el secreto que diluye listas de espera,
colas del paro, reintegros, laborables.
Vienes
a apilar los meses a más de doce alturas
a quebrantar el sistema binario, a saltar la banca
sin digital o analógico, sin rayitas de cobertura
ni
                   cuenta
                                              atrás.
Vienes a implantar tu norma de césped mojado,
la del tú o nada,
a llevarme un centímetro más lejos
de donde llega el cable.



jueves, 10 de noviembre de 2016

LOS GORRIONES




Hoy es domingo y, ¡mira, Platero!
todos acuden a comprar
untados de crema para después del afeitado.
Se asfixia, de calor, la libertad
dentro de esta carpa de circo.
La luna y la playa tienen
manchas de alquitrán.

Hemos levantado puestos de trabajo, encima
de otros puestos de trabajo,
demoliendo la actitud al elefante,
chascando en el aire las monedas,
secando el río de raíz.
Casi no se aprecian los barrotes,
son de azúcar.

Las golondrinas que posan en el suelo,
no remontan.
Nuestros sueños son reptiles que comen golondrinas.

Observa, detrás de la cortina, tus héroes mutilados
siente el horror de la comedia:
mitad hombre,                 mitad truco.

Puedes traer a los niños,
que aplaudan o humillen a las bestias.

Seguro, necesitas otro par de calcetines,
lee el cartel: podemos hacerlo por ti.
La música te estudia,
maneja un perfecto taladro percutor,
tatuando nuestro eslogan en tu tímpano:
no nos importa lo que pienses.

tenemos el molde perfecto
para tu necesidad  mecanizada,
puedes elegir el sabor
dentro de nuestra amplia gama,
de nitrógeno a frambuesa.
¿Has probado el nuevo?
Un publicista ha querido seducirte y le ha llamado
AMOR,
porque no sabe qué coño significa,
presume ser una palabra en lengua muerta,
con un logradísimo sabor a tuétano.

Recoge la sonrisa que lanza ese chaval,
detrás del uniforme.
Dale a tu hijo unos rotuladores,
que coloreen su contrato,
                   se ve triste.

No te incomode si fue a la universidad,
no ha debido esforzarse suficiente,
su padre no debió amasar
                   lo suficiente.

Coge la bolsa, la sonrisa
y vete a tomar por culo.
Desenchufa tu respiración de las puertas automáticas
y deja sitio.
Otros vendrán, hoy es domingo,
hace un precioso día de metal,
de invernadero.

El siglo veintiuno ha vencido a las personas.

Sólo espero que haya alguien -o algo-
ahí fuera,
mirando los gorriones.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

"Apuntes del subsuelo" Fiodor Dostoievski




                       Apuntes del subsuelo




"Los “Apuntes del subsuelo” son una obra singular que reviste especial atractivo para el lector contemporáneo, pues constituye una de las primeras incursiones de la literatura en el dominio del individuo, en esa corriente de la conciencia con la que habría de familiarizarnos tanto el psicoanálisis como la literatura posterior. Fiódor Dostoyevski (1821-1881) realiza así, en estas páginas, y a través del turbio narrador paralizado por el tedio, una vivisección del que empieza a ser el hombre moderno, el individuo que, descendiente del romanticismo y del racionalismo, se rebela contra ellos dispuesto a ejercer su libre albedrío aun cuando tal ejercicio vaya en contra de la razón y de la conveniencia y pueda incluso redundar en perjuicio de su provecho personal."

El antihéroe atrapado dentro de su falsa autobiografía. compadeciente y alardeante de superioridad, un pobre quijote ruso, decadente, pero tan apegado al mundo y, a su vez, tan inadaptado, que no consigue más que sufrir y hacer sufrir a quien se ve imantado por su hilarante personalidad. Una joya asequible a cualquier lector. Del personaje principal se ven claras influencias en autores como Carver, Bukoswki, Kennedy Toole (la conjura de los necios), salinguer, Auster, Welsh, Palanhiuk, etc... Lo mejor, para mí, la mordaz crítica a los "submundos" de la ética, enfrentados a los de la prostitución.

"Saltaré sobre el fuego" Wislawa Szymborska


Wislawa Szymborska
Saltaré sobre el fuego

Traducido por: Abel Murcia y Gerardo Beltrán
Ilustrado por: Kike de la Rubi

"Este libro recoge una pequeña selección de la obra poética de Wisława Szymborska, la poeta más sobresaliente de su generación y una de las más importantes de la Literatura Universal. En estos versos maravillosos nos encontraremos con una actitud ante la vida y ante la realidad no tanto vigilante como despierta, curiosa; alegre y positiva, incluso al enfrentarse a las zonas de sombra."

Escogido porque me parece una manera sencilla y estética de acercarse a la poesía de Szymborska, con imágenes que no distraen, pero sí enmarcan de belleza esta acertada selección. Imprescindible poeta. Editada con mucho mimo.


AGUJEROS

No te buscaba en agujeros
de aceituna o de ballena; no,
en la condenada prisa del conejo,
no, en su cutre pedrería.
No te buscaba en el periplo zángano
que liba el púrpura en las ingles.
No te buscaba en el calar accidentado
de mi bañera de whisky.
No te buscaba, si he parado a respirar
fuera del aceite.
No te buscaba en la elegía a una lechuza,
bala blanca que rasgó en la noche de neón
su valentía.
No te buscaba en la leyenda enigmática
y de dudosa profundidad de las pupilas
que se clavan en el mar de las personas.
No te buscaba, porque sólo he sido
un tren arrollador sin claro acuerdo,
sordo, ciego, ebrio y charlatán.

Tú me encontraste a mí,
cuando entendí que los relojes mienten.

El horizonte miente y la luz miente.
Las palabras mienten.
Mienten las huellas, la esperanza, el miedo,
mienten.

Quería para ti
sólo una muesca en la puerta del armario,
algo que contar, una resaca,
un lunes sin color.
Y encendiste la última cerilla,
protegiéndola del grito cruel que nos devuelve el mundo.
Te empeñaste en comprobar
si estábamos allí.
Empezaste a incendiarlo todo.