Estaba sumergido en mi
propia mierda
etérea,
y no podía dormir.
Ella se estaba venciendo
y respiraba
muy despacio.
De darle vueltas a las cosas,
para nada,
ni me había parado a pensar
en agradecer
lo buena que estaba la cena.
No he sabido como decírselo,
no quería despertarla
y le he cogido de la mano,
mejor
que cualquier palabra
o poema.
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