los parados de mi barrio
huyen
del sol
y del tiempo, de banco
en banco,
en banco,
cerrando los ojos
al cielo –no le deben
nada-
cuando apuran
el culo de la lata.
Hablan muy deprisa,
casi a gritos,
por si a alguien se le
ocurre
mencionar
que hay un mañana, marcado
por un número
y un nombre
que lo agrupa en paquetes de
siete,
luego un mes
al que siguen otros meses y
pueden ser
tan hijos de puta de hacer
un año
entero.
Si observas un rato,
puedes ver centellear el
instante en que se agotan
las coartadas
y sucede un silencio
que parece tirarles
de boca
contra la realidad,
alguien rasca en un
bolsillo:
es el momento
de ir a por otra cerveza.
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