domingo, 4 de enero de 2015

tulipas de estaño

si sostienes
las manos de un anciano, 
para ayudarle a caminar,
no sostienes 
solamente 
sus sesenta o setenta kilos,
sobre el débil balanceo de unas piernas cansadas,
no sólo
su cabeza erguida;
tienes en tus manos -además-,
todo el peso, en céntimos de cobre,
de un tortuoso camino de piedras.
sostienes
la tensión imposible en las costuras
del tejido amarillento;
la áspera desmemoria de estaciones,
lluvia y sol
sobre la roca.
puedes acariciar, también,
cada grieta del deshielo;
puedes
sentir el tuétano encallado
de yunque y hormigón
del siglo veinte;
intuir el dolor articular
del yugo, la sotana
y el alambre.
es curioso cómo, esas mismas manos,
que abrazaron tan duro,
durante tantos años, resultan,
entre las tuyas, tan ligeras
que parece que rompieran a volar,
frágiles
como tulipas de estaño.

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