miércoles, 13 de noviembre de 2013

a más de medio mundo

Hemos discutido por teléfono. A los pocos minutos, hemos intentado demostrar, por wassap, que era una gilipollez. No nos hemos entendido.
Miraba después mi móvil, sobre mi mano: un rectángulo negro con tacto de metal, inútil, y peleaba conmigo mismo por marcar su número de nuevo. En lugar de eso, he mirado la batería (32%). Después la hora, dos veces.
Llamar, a ciertas horas, y arreglar malentendidos, no me cuesta dinero.
Paso. Ya se le pasará.

De vuelta a casa, esa misma tarde, en la cabina de un locutorio, una familia de origen africano -debían ser casi diez- se turnaba para decir hola a alguien al otro lado que, supongo, debía estar a más de medio mundo. Les miraba, a través del cristal, pasar el auricular deprisa y sonreír después. Me sentí fatal. Sentí el bulto del móvil pegado a mí, en el bolsillo del pantalón. Sentí su peso. Y decidí usarlo: las 19:36.

3 comentarios:

  1. Me encanta Twitter porque me permite llegar por casualidad a blogs como este, en el que pienso quedarme.

    :*

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  2. bienvenida a este pequeño rincón, que para mi demuestra mucho valor ... valor es un concepto subjetivo, como pequeño ... :)

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