El día no levanta cabeza
cuando cruzas, por sus tripas,
cuando cruzas, por sus tripas,
la ciudad de Madrid,
por sí allí, en la otra punta,
por sí allí, en la otra punta,
se encuentra el futuro
escondido dentro, demasiado dentro,
de esa oferta de trabajo que leíste en internet.
de esa oferta de trabajo que leíste en internet.
en realidad,
es el mundo el que no
levanta cabeza,
cuando andamos de oficina en oficina
- o agencia
o bar
o tienda, lo que sea -
regalando nuestra historia en un papel
con nuestra foto, que les mira
e implora:
a ver si esta vez hay suerte.
cuando andamos de oficina en oficina
- o agencia
o bar
o tienda, lo que sea -
regalando nuestra historia en un papel
con nuestra foto, que les mira
e implora:
a ver si esta vez hay suerte.
en una salita con sillas de
plástico
esperan
esperan
los trece perros del hambre,
recelosos, porque saben que detrás de la puerta
sólo hay un bocado del filete
recelosos, porque saben que detrás de la puerta
sólo hay un bocado del filete
y somos demasiados.
procuramos no imaginarnos desde fuera,
cuando arrancamos a hablar
y sonreír,
como en aquella foto,
fingiendo ser lo que buscan.
Al salir, nos colocamos el vestido
y limpiamos de nuestras
comisuras
el semen de la burocracia,
el semen de la burocracia,
alzando la vista de reojo,
sobre las ventanas de ahí arriba,
sobre las ventanas de ahí arriba,
hacia los despachos en los
que, nuestra historia,
es apilada sobre todas las demás historias.
es apilada sobre todas las demás historias.
sé que ahora estás volviendo a casa, pensando en
si te llamarán.
sé que hace frío. demasiado frío.
pero no importa,
porque todo lo que hemos
conseguido,
ha sido siempre después
de mucho patear.
ha sido siempre después
de mucho patear.
no queda otra.
pero no importa,
en serio.
no puedo prometerte que todo
va a ir de puta madre.
sé que estas volviendo a
casa, y sí puedo prometerte
que voy a estar aquí.
que daría cualquier cosa,- toda esa mierda del futuro y la esperanza-
por estar siempre, contigo,
en la pelea.