jueves, 31 de agosto de 2017

SÓLO A CINCUENTA






Hoy pedían tres personas en el metro,
tres personas en el mismo tren,
tres personas a la vez.
Es como si el mundo disparara tres veces
a alguien que huye a través de la niebla.
Uno de ellos, cantaba desde un altavoz
mostrando el vacío que hay al fondo del sombrero;
otro, ofrecía clínex a cincuenta
sólo a cincuenta;
el tercero, mirando fijamente a ningún sitio,
mecanizaba un discurso de eco triste y familiar.
Ha sido a consecuencia de este último,
la tilde atragantada de su desesperación,
que creo haber visto cuál es el destino de este tren
de cualquiera de los trenes:
todos somos ya esa persona que pide
desde que te dan la llave del despertador
y es imposible adivinar dónde está la moneda.
Aún puedes encontrar alguno que enloquece
y grita: aquí está aquí está la he encontrado...
la moneda...


Siglos de trenes, siglos de moneda
se hacen añicos delante de tus narices
como gigantes de sal.
Tanta es la velocidad entre estaciones,
van los ojos siempre más cansados
que aquello que se deja acariciar.
Apenas quedan tiempo y ganas
para darse cuenta.


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