miércoles, 31 de mayo de 2017

EVANGELIO SEGÚN WALT WITHMAN







«creo que una hoja de hierba no es menos que
el trabajo de las estrellas»
W.W.

Las rosas se abren,
acudimos los insectos, algún pájaro
articulando las mañanas
en desordenada composición equilibrista.
Benditos insectos.           Benditos pájaros.
Bendito excremento y su libre traducción
de impresionismo.

No beben de esta flor las calaveras
que abrieron al asfalto ardiendo de la noche más larga.
El tráfico hojalata suda agotador, un día cualquiera.
Mariposas ríen con la espalda y nadie baila, a nadie
importa el pulso decidido que cerró el periódico
y abrió los ojos.
Un chico de mi edad pide palabras sobre cartón
y un barco ciego embiste toda civilización, abriendo
la gruesa piel de jabalí en nuestros bolsillos,
fuego cruzado lirios que revientan.
Corro a desenterrar la conciencia que guardé
en una cajita de latón, con cromos de la liga
y la primera carta del primer amor.
Cuando vuelvo, el chico de mi edad que pide
se ha marchado ya contando migas.
Las rosas se abren,
los insectos golpeamos el escaparate,
los pájaros maldicen el pan delante del espejo.
la primavera ha conseguido entrar
por un butrón de cotidianidad
con triple línea defensiva.
Un mundo global edulcorado
lastra su humanidad en los enchufes.
Parques con columpios,
quince minutos para disfrutar,
corbatas verdes de un primer trabajo.

Vida, suaviza la expresión, me desenvuelvo.
Aún queda nieve en las montañas, corre
por el cuello una gota de sudor
y un cuchillo ensordecedor de escarcha.
Leo cosas más interesantes en los ojos que en las rosas
que se abren, que caerán.
Insectos, pájaros, no conseguimos recuperar el rumbo,
recordar su olor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario