miércoles, 25 de enero de 2017

TULIPAS DE ESTAÑO






Si sostienes las manos de un anciano,
para ayudarle a caminar,
no sientes únicamente la presión
sus sesenta o setenta kilos
sobre el débil balanceo de unas piernas cansadas;
no sólo                          su cabeza erguida.
Tienes en tus manos, además,
todo el peso en céntimos de cobre
de un tortuoso camino de piedras.
Sostienes la tensión imposible en las costuras
del tejido amarillento,
la áspera desmemoria de estaciones,
lluvia y sol sobre la roca.
Te permite acariciar, también, cada grieta del deshielo.
Puedes sentir el tuétano encallado
de yunque y hormigón del siglo veinte,
intuir el dolor articular
del yugo, la sotana y el gatillo.

Es curioso cómo, esas mismas manos,
que abrazaron tan duro
durante tantos años,
resultan entre las tuyas tan ligeras
que parece que rompieran a volar,
frágiles
como tulipas de estaño.

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