miércoles, 19 de febrero de 2014

los días que libro

Los días que libro, como hoy, aprovecho para no hacer gran cosa. limpio un poco la casa, hago comidas. suelo salir a pasear con golfa, con mayor tranquilidad que de costumbre.

en la zona donde vivo ahora, como en cualquier otra parte, supongo, suele formarse un corrillo de personas con perro y mucho tiempo libre. siempre me cruzo con alguno de estos círculos gregarios - debían ser añadidos al listado de tribus urbanas, es muy fácil distinguirlos-. procuro acercar a mi perra, para que se relacione con otros perros y disfrute, mientras yo intento todo lo contrario. 
pero hoy me he visto en una encerrona y, sin darme cuenta, estaba dentro del debate de tres jubilados varones, un chaval en paro, que, sorprendentemente, iba en pantalones cortos y una señora de mediana edad. discutían sobre política, inmigración y desempleo (que podría ser el nombre de un ministerio, una delegación de gobierno, una concejalía o consejería. ese tipo de cosas que se crean para que un cerrado número de personas vivan muy bien)

me he dado cuenta que un señor que debía tener más de ochenta años, con un abrigo color tierra que le llegaba por las rodillas y que llevaba abierto completamente, no abría la boca y, como yo, se limitaba a mirar cómo los perros libraban una batalla ficticia, desde fuera del círculo. al principio de la interrelación, cuando se podía dialogar, dijo haber sido maestro toda su vida. sin embargo, otro señor más joven, que se presumía jubilado, tenía encendido el ánimo de debatir. parecía que los gruñidos de los perros le hacían venirse arriba y empezó a hablar a voz en grito. mientras, las rebabas de la comisura de su boca se espesaban y miraba a los que no le prestábamos atención – el señor del abrigo y yo - apremiándonos a seguirle con un “¿o no?”, acompañado de insistentes golpecitos en el brazo. el resto de oyentes asentían con la cabeza.

al señor mayor terminó por aburrirle la situación y comenzó a alejarse con un “venga, adiós” que creo sólo haber oído yo. por suerte, he tenido la capacidad de desconectar de vez en cuando, concentrándome en el movimiento del cuerpo de los perros y en el sonido de chocar de dientes - es asombroso que nunca se hagan daño -

la boca seca seguía con su instrucción. resultaban pasmosos los argumentos con que aplacaba, dificultado por su baba espesa, posturas tan comprometidas para tanta gente, desde la comodidad del paseo por un césped de ciudad, una mañana ociosa, con un espléndido sol brillando sobre el cielo claro. solucionaba de un manotazo, conflictos en los que se ve implicada la vida de personas, con determinaciones del tipo: 
“con franco había menos derechos, pero tenías el trabajo asegurado.” “si es que cuanto más das por culo a tu jefe, es peor, que parecen gilipollas” “mientras te paguen el salario a fin de mes, tienes que estar agradecido” “lo que sobran son inmigrantes” “a tiros despejaba yo las fronteras” “las empresas no son ONG”, mientras, a su vez, criticaba a los políticos – porque es la postura oficial – y me decía que la juventud lo teníamos claro.

en el momento en que dictaba la última de sus sentencias, he mirado cómo la cara con que le distinguía, en un principio, se diluía para convertirse en la cara de toda esa gente que parece haber aprendido las cantinelas de carrerilla, como aprendíamos el padrenuestro, para decirse a sí mismos y a sus familiares cómo deben actuar ante la situación actual. tristemente, parece ser la postura oficial del ciudadano medio en nuestro país, herencia del carácter pasivo que cultivamos por estas tierras. miramos en la tele las revoluciones que ocurren en el resto de países del mundo y lo único que se nos viene a la mente es el terror de la guerra civil. la tele nos infunde la política del miedo. 

lo extraño es que no me he sentido con ninguna gana de entrar en el trapo, qué le puedes rebatir a una persona que trae las frases preparadas desde 1939. además, como he dicho, hoy por fin había salido el sol, desde hacía ya bastantes días y no me apetecía que ningún licenciado en derecho y humanidades por la universidad del bar manolo, me jodiera la mañana. 

me he preguntado cómo sería este tipo en su juventud y si no se vería afectado, cuando presumiera de una mayor sensibilidad, de los problemas sociales y políticos de su época.

cada vez estoy cogiendo más asco a cualquier tipo de doctrina. la que sea. me limito a escuchar e intentar aprender. después actúo como me sale de los cojones. intento pasar sin hacer mucho ruido, si algo me molesta lo evito o peleo. si con alguna ley no estoy de acuerdo, o no me parece justa, me la salto, consciente de sus posibles consecuencias. poco más. bastante mierda tragamos en el día a día, con el engaño éste del asalariado. 

después he subido a casa, pensando cosas como éstas y he puesto una peli. más tarde, debería haberme dedicado a arreglarme el pelo y la barba, además de limpiar los platos del fregadero, pero he encendido el ordenador y me he puesto a escribir todo esto, para soltar lastre. a medio texto, me he levantado a abrir una cerveza y lo único que cabe destacar del resto del día es mi conciencia, mirándome, al beber de la lata, como si estuviese matando a alguien.

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