un hambre que resulta suficiente
para enfrentar el día,
pero hoy no.
Hoy miro el espejo y veo
alguien
que ha asumido
la derrota
del león del zoo.
Alguien
que ha aprendido
que no sirve de nada
luchar contra barrotes
con las manos.
Ni contra todo
el Hormigón del hombre.
Los molinos
cargan
pelotas de goma.
A veces
tengo ataques de sensibilidad
y decido dejar de embestir
con la cabeza
cuando el muro
ni se inmuta.
Aunque no acumule demasiadas
primaveras,
dibujadas en mi espalda
con cuatro líneas verticales
y una oblicua
cada cinco,
aunque
es verdad
que mi aspecto
no es
malo del todo,
veo reflejada la mirada
de un tramposo
frente a mi
que brilla con luz mate
y no ilumina,
que acumula tanta mierda
como el fondo
de una piscina,
ruina de romanticismo
caducado,
enterrando semanas,
como cadáveres
con los dedos fuera.
La resignación cobarde
hace eco,
superpuesta
hasta la infinitud.
Ése no soy yo
-me digo-
No,
el que no eres tú
es ése
de ése otro lado
-me contesto-
que finge tantas veces
ser valiente
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