lunes, 10 de junio de 2013

el león del zoo

Algunas veces tengo
un hambre que resulta suficiente
para enfrentar el día,

pero hoy no.

Hoy miro el espejo y veo
alguien 
que ha asumido
la derrota
del león del zoo.

Alguien
que  ha aprendido 
que no sirve de nada
luchar contra barrotes
con las manos.
Ni contra todo 
el Hormigón del hombre.

Los molinos 
cargan 
pelotas de goma.

A veces 
tengo ataques de sensibilidad
y decido dejar de embestir
con la cabeza
cuando el muro
ni se inmuta.

Aunque no acumule demasiadas
primaveras,
dibujadas en mi espalda
con cuatro líneas verticales
y una oblicua
cada cinco,

aunque
es verdad
que mi aspecto
no es
malo del todo,

veo reflejada la mirada
de un tramposo
frente a mi
que brilla con luz mate
y no ilumina,

que acumula tanta mierda 
como el fondo
de una piscina,
ruina de romanticismo
caducado,

enterrando semanas,
como cadáveres
con los dedos fuera.

La resignación cobarde
hace eco,
superpuesta
hasta la infinitud.

Ése no soy yo
-me digo-

No,
el que no eres tú
es ése
de ése otro lado
-me contesto-
que finge tantas veces
ser valiente

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