lunes, 10 de junio de 2013

mystic river

Estaba llevando a cabo la única manera
que se me ocurría
de follarme el lunes,
para que arrastrara después
la semana
oliéndome el culo,
cuando sonó el teléfono.

Paré la película
y dejé la cena a medias,
para que se enfriara.

Era la abuela.

Se le notaba triste.

Yo llevaba
más de una semana sin llamar,
mucho más
sin pasar por su casa.

Le dije que,
últimamente,
tengo muchas cosas que hacer.

Me hizo las mismas preguntas de siempre,
acerca del trabajo,
del dinero que gano.
Preguntaba
si me van bien los talleres,
que si va gente,
y el dinero que gano.

Ella se ha gastado mucho dinero
en luz
la semana que fuimos
a su casa del pueblo.

Me ha contado también
que pasa mucho tiempo sola,
que apenas
pisa la calle,
lo harta que está de la tele,
que sólo hablan de política
y de muerte.

Yo me limitaba a contestar
sus preguntas.
Pensaba en la cena enfriándose
y en el gesto tan raro
que se le había quedado a Sean Penn
llorando
al descubrir el cadáver de su hija.

Quizá mañana,
la llamara más tranquilamente.

Me dijo que se notaba que quería colgar.

Me dio las gracias por haberla llamado.
Los dos sabíamos que era ella
quien había llamado,
pero no dijimos nada.

Se puso mi abuelo,
que no oye bien
y hablamos de memoria.

No voy a terminar contando cómo
murió a los pocos días,
ni nada por el estilo,
¿qué cojones esperabas?

Me acosté pensando
que un día de estos 
iría a verla,

pero que, mañana,
tenía muchas cosas
que hacer. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario