domingo, 13 de noviembre de 2016

CÓMO PARAR EL ASCENSOR








Hay una larga lista de cosas
que no me permiten pensar con claridad.
Mejor dicho,
ciertos números, su timbre cabezota,
cimbrean en mi cabeza, como ráfagas de percusión.
Aunque cierre los ojos,
baila su filamento incandescente.

La mayoría de datos ni siquiera los manejo con exactitud,
pero están ahí,
como una sirena que recorre la ciudad.

Algunos de ellos,
son la letra pequeña del número pi de los contratos;
los restos de mi cuenta después del día cinco,
cada mes;
lo que queda de turno en el trabajo;
los besos que no he dado por no parar de hablar;
el tiempo que tenía para cambiar
o se acabó;
los pasos que le quedan a mi abuela;
los céntimos que ha subido el pan, la gasolina;
las décimas de segundo que me quiso de verdad
el colibrí;
los minutos que llego tarde siempre;
los días para el cambio de estación;
los miles de años que hacen falta
para que vuelva el cometa;
las hectáreas de bosque por minuto;
los niños que no tienen perro
pero tienen moscas;
el maldito teléfono de UNICEF;
la soledades que acumula el cenicero de mi padre;
las personas que lloran simultáneamente
las que hacen el amor;
las neuronas que se apagan
porque no he encontrado otra mejor manera
y mira que he dado cabezazos;
las luz enferma de la báscula;
los datos que manejan los espejos;
las velas de la tarta;
las vértebras;
el dos más dos.

Procuro mirar hacia otro lado,
tararear entre dientes
viento que se lleve el humo.
No tengo reloj, ni calendario,
ni luciérnaga a la hora de dormir,
pero todos estos números pelean en mi cabeza y,
al final, no alcanzamos ninguna conclusión,
para dejarlo todo como estaba,
sin armar.
Cuando parece que voy a darme por vencido
al embudo infierno numeral,
sólo tú,
sola,
una,
única y sin decimales,
irreductiblemente música.

Nada más.

Vienes a enseñarme cómo vivir en un abrazo
sin el filo segundero,
con la canción que destruye las paradas de autobús,
regalando los pájaros que no te caben en el pecho,
el secreto que diluye listas de espera,
colas del paro, reintegros, laborables.
Vienes
a apilar los meses a más de doce alturas
a quebrantar el sistema binario, a saltar la banca
sin digital o analógico, sin rayitas de cobertura
ni
                   cuenta
                                              atrás.
Vienes a implantar tu norma de césped mojado,
la del tú o nada,
a llevarme un centímetro más lejos
de donde llega el cable.



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