miércoles, 23 de noviembre de 2016

OTRA PASTA




A mi abuela, rara vez la he visto envejecer.
Nació con la voluntad de una piedra que recorre el aire
y toda la fuerza del agua.
No conoció a su madre y siempre
creí que había sido criada por un pino
o un jabalí.
Está hecha de esa otra pasta
con que se hacían - a sí mismas -
las mujeres de antes.

Esta mañana,
al caer, se ha hecho añicos la cadera
y ahora,
su pierna cuelga de un saco con arena. 

Espera tumbada, muy tranquila,
a entrar en el quirófano y le dice a la enfermera guapa.
Ni se inmuta. Dice no sentir dolor.
Ha seguido preguntando por cada uno de sus nietos,
de uno en uno,
como cada día.

Apenas recuerdo haberla visto envejecer.
Una vez, la vi bajar de un coche,
que la llevó hasta el lugar donde enterramos a mi tía.
Y pude ver cómo menguaba,
tenuemente,
toda la historia del mundo,
el pinar, la piedra, el agua,
el jabalí.
A cada golpe seco de la pala y la madera,
sus ojos se hundían, haciéndole preguntas a Dios.

Hoy
viéndose un trasto agarrado a una polea
- no ha sabido cómo disimularlo -
envejecía, de un golpe, cada uno de los noventa años
que le debe al pinar,
la piedra, el agua, el jabalí...


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