domingo, 20 de noviembre de 2016

LÍNEA DE VIDA







Deben quemarle en la pupila y el oído
los te quiero
que se me escapan al ventilar la jaula.
Todos los te quiero, escritos en cursiva
con láminas de pan de oro
tan frágiles.

Mi manera favorita de agotar su desmesura
de asfixiar la melodía que alimenta
una y otra vez
es quedarme siempre en los intentos
quitar la mano cuando empiezo a notar calor, pero
te juro que lo intento. Una y otra vez.

Intento no dejarle bailar mi agua
este torpe zigzagueo que le enferma;
intento no morir si arruga la mejilla;
intento
no tener que pedir perdón;
intento cucuruchos para los malos ratos
de hasta pinzas de la ropa.

Intento demostrar que no me importa
si se echan a perder todas mis notas,
la antología completa de poesía occidental
porque dejamos la ventana del amor
abierta
tan de par en par que está todo lleno de cataratas
y libélulas;
intento no andar invocándola a placer
como si me perteneciera,
vestirla y desvestirla tan violentamente;
intento que no se resigne
a sostener mi llanto y mi ira
mi pelo al vomitar.

Intenté por último
convertirme en su segunda piel,
lo intenté con hogueras de arroz para el frío
y casi derribo la cosecha. Otra vez
en los intentos, una y otra vez.

Por eso, la mayoría del tiempo
me limito a observarla sin que se entere
desde algún lugar oscuro.
Si camina por la calle, aspiro su desdén
detrás de algo que se deja empujar por el viento,

o la descubro
descansar mal escondida en un rincón imposible
de la canción que suena por la radio.
Otras veces, la escucho respirar si está dormida
y me vale.


La leo en cada charco
tarareando una versión del cielo,
en cada mano que se extiende.
Nada más.
Creo que así la quiero bien,
cayendo con la libertad pausada del otoño
sin la necesidad de darle trazo a mis dolores de cabeza.


Rotas las correas, casi cerca,
empiezo a malentender cómo funciona todo esto:
sólo soy
un niño que mira a través de una ventana
al que adormece la luz de los club de carretera,
un perro que juega a volar los pájaros,
el faro que ilumina el mar,
el pastor y las estrellas.


La adoro,
no necesito comprenderla.

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