Estaba apagando su último
cigarrillo cuando Lucía entró por la puerta. Miraba absorto la manera de
ascender el humo desde su boca, en dirección al techo amarillento del salón.
Sabía que era ella por la manera en que sus impetuosas maneras de abrir la
puerta agitaban el humo tranquilo de su última bocanada. Podía calcular también
que era bien entrada la tarde, porque había sentido una punzada de hambre al oír el tintineo de las llaves en el descansillo. Era la hora habitual de
Lucía de llegar a casa, después del trabajo.
Oyó cómo cerraba la puerta de un
golpe, la oyó también respirar profunda y lentamente, antes de dar un primer
paso de vuelta al hogar. Su figura delgada se adivinaba a través de unos
cristales traslúcidos color botella. No dijo nada. Después creyó oír cómo descargaba
bolsas en la cocina.
Tras unos segundos cargados de silencio
grave, después de abrir y cerrar unos cajones a golpetazos, Lucía abrió la
puerta del salón y pudo comprobar cómo todo estaba como lo había dejado, muy
temprano, esta mañana. Parecía el fotograma de un recuerdo repetido, excepto
por un bulto extendido sobre el sofá que rompía la armonía, cubierto por una
bata morada de felpa, con manchurrones de café y a saber qué otros líquidos
sobre su superficie desteñida.
- Hola
- Hola
Se produjo un instante de vacío
entre las dos miradas y toda la habitación contuvo el aliento.
- ¿Qué coño has estado haciendo toda la puta
mañana? - preguntó la chica, sin esperar, verdaderamente, ninguna respuesta.
Lucía sacó del bolsillo de sus vaqueros
rotos un paquete de Lucky y se encendió un cigarro, ofreciendo otro al bulto
morado del sofá. Lo aceptó y se incorporó pesadamente, sentándose apoyando los
antebrazos sobre sus rodillas, mirando cómo Lucía le acercaba la llama del
mechero.
- Fumar - respondió - Y pensar. Pensar mucho
- Bueno - dijo ella, sentándose a su lado y mirando la gran cantidad de colillas muertas que colapsaban una taza, recuerdo de New York, que hacía las veces de cenicero - ¿Y has llegado a alguna conclusión?
- Bueno - dijo ella, sentándose a su lado y mirando la gran cantidad de colillas muertas que colapsaban una taza, recuerdo de New York, que hacía las veces de cenicero - ¿Y has llegado a alguna conclusión?
- Sí - sentenció, dejando a las palabras que rodaran por el suelo - Fumo demasiado
(…)
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