Qué bien duerme quien no le debe nada
a nadie,
los que priorizan con mentiras sobre amor
incorruptible
en una cama enorme.
Qué bien duerme el funcionario.
Y el hijo del funcionario.
Qué bien se duerme cuando los cimientos de tu
casa
no tiritan de frío,
si no recuerdas sí tomaste la pastilla
y tomas dos.
Qué bien se duerme cuando aún eres tan
joven
y tan vivo
que no te puede infectar la sociedad de su
histeria
y
de
su
rit
mo.
Qué bien se duerme si tu perro está dormido
y duerme la imperante
necesidad
de escribir.
Qué bien
se duerme cuando nada te salpica
o cuando llevas toda la tarde
bebiendo.
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