domingo, 14 de mayo de 2017

ALTAMENTE INFLAMABLE




Nosotros, que nunca nos preocupamos
en tener más peso
que los bolsillos descosidos del viento,
nos sentimos bien, miserables y ligeros.
Nosotros, que no pedimos más que otro atardecer
y otra botella de vino, mirando la vida
atada en corto al nuevo siglo, pasar por delante
con su ridículo traje de colores,
como si no existiéramos.

Nosotros, nuestra punzante necesidad de mar y amor,
porque nos ahoga lo que no se nos escapa,
todas esas cosas que no tienen profundidad.
No supimos consentir el hambre
en ningún pecho alrededor,
aunque aprendimos que la tripa se acostumbra al embutido
con sorprendente facilidad.

Nosotros, nunca nos quitamos el cartel de «en obras»
ni el «cuidado con el perro»,
porque siempre hemos estado a medio hacer
y no estábamos seguros
de si nos íbamos a arrancar a mordiscos.

A nosotros, las tardes, nos aprendieron a volar temprano,
se nos acumularon los domingos en la pila
y empezamos a usar vasos de plástico,
para no tener que dar explicaciones al resto de semana.
A nosotros no pudieron tatuarnos la rutina y la obligación,
ni educarnos fuera de la resaca tibia.

Nosotros, nos hemos quedado fuera
del recreo, el reloj y las chaquetas
por perder la noción, corriendo detrás
de mariposas de humo.
Qué bien os tengo y me faltáis, hijos de puta.
Qué bien habéis aprendido a jugar a esto de la vida,
bailando
en el filo de sus reglas.

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