domingo, 14 de mayo de 2017

DECIDIDO



Hoy me he levantado decidido
a quitarle los precintos policiales a la casa
y arrancar las telarañas que acumulo
detrás del esternón.

Hoy era el día, lo sé,
de abrir todas las ventanas, de pagar las multas
de cortarme el pelo, incluso,
comprar ropa y hacer algo de ejercicio.

Te prometo que he estado a punto.

Cuando apenas me quedaba medio soplo,
me ha picado el maldito insecto de siempre
- ya sabes cómo va-. En el cabal instante
en que sostenía la escopeta de matar desastres
con más firmeza y determinación que nunca.
No hay nada que pueda hacer contra ese bicho.

Inmediatamente - sabes cómo va -
me he tenido que sentar
que se me pone la cabeza carrusel,
agarrar lo primero que he pillado
y ponerme a rebatir conmigo mismo las razones,
la manera de que entiendas que
te quiero y nunca sé cómo decírtelo.
Te quiero sin la más remota posibilidad de armisticio
ni cinturón de seguridad;
te quiero nova supernova y de rodillas; te quiero
sobre todo cuando llueve;
te quiero traviesa como un juego de cuchillos de cocina
o si eres peligrosamente suave;
te quiero en cada uno de tus césped
o si sientes que te nace alguna espiga;
te quiero carmesí
porque no sé quererte tibia o parpadeo;
te quiero en cada montón de escombros;
te quiero y nunca sé cómo decírtelo.


Te quiero desde algún lugar remoto de mí mismo
donde por fin puedo parar a descansar
sin el ruido cruel del pensamiento;
te quiero porque embriagas la rutina
untando mermelada sobre el pan de ayer
y el pan de antes de ayer;
te quiero en la ternura de los primeros brotes
y en tu proyecto de lejana senectud
para el invierno;
te quiero porque a través de la escarcha
defiendes tu ramo de cerezas;
te quiero cuando, cerca,
no se puede distinguir dónde terminan mis cenizas
y empieza tu espesura, tu apogeo;
te quiero cuando, lejos,
la sombra del guepardo
cuelga inerte de una cuerda de tender
y tengo que decirle al viento que con eso no se juega.
No estoy aquí parapetado espantándole los pájaros
estoy aquí peleándome las faltas;

te quiero porque has puesto el clavel en las pistolas
en el punto álgido de mi ficción melodramática y
después, te permites mentir en el interrogatorio
que no es por ti que tiemblan mis cimientos,
que no sabes nada de una bailarina
caballito de mar
y solo de guitarra eléctrica.


Parece que puedo continuar,
que recuerdo mi directo de derecha,
que las telarañas y precintos policiales trasparentan
cuando aún atado al aspa del molino,
intento decir que (globo o plomo,
sangría o dínamo,
pandémica y celeste)
puede que no te quiera bien, qué sabe nadie,
yo te quiero así.

Nunca sé cómo decírtelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario