domingo, 14 de mayo de 2017

CORTAR LOS VUELOS



Llevo más de una hora trabajando,
cuando el sol empieza a morder bombillas.
Me crece dentro - hacia dentro- una Raíz obsesionada
con que no saque los pies y hable sin pisar la línea.
Esa Raíz, mece mi pulso en su ironía cruel, me dice:
«Rompe el asfalto, ve con esos pájaros, al sur.
No son peligrosos esos sueños,
peligroso es darles de comer.» Y ríe, 
macilenta. La Raíz
mira conmigo el espectáculo.
demasiada libertad en tetrabrik, 
tijeras de cortar los vuelos,
y ríe, estrepitosamente, La Raíz,
dice: «Quiero también
sacarle música al vacío, como tú.
Quiero la caricia contundencia que me haga tambalear
definitiva,
romper la cuerda de tender y los embudos.
Quiero bailar en tinta sobre la ropa interior del viento.
Quiero media hora y, 
después,
media hora más.»
Y no sé si soy yo quien pronuncia el eco en el latón o
La Raíz.

Pero los pájaros, siempre
los pájaros.

Conduzco, mientras tanto, en dirección contraria,
hacia un invierno que no termina de empezar.
No Tengo prisa,
demasiado barro me elige compañero.
Quizá otra floración, quizá otra muerte.
Cada vez que intento ahogarla,
La Raíz me descubre mecheros, gasolina,
y amanezco donde comencé.

Tengo dónde caer y cómo levantarme;
tengo también un poco de luz de bote.
Entre los pliegues de la piel queda lugar para caricias.
Estoy bien, puedo seguir conduciendo, golpeando
cada una de las puertas.
Le digo que puede descansar,
que eso que se acerca no es una revolución.
Sólo es la tele.
Y a veces, finge estar dormida, La Raíz,
dejando un diminuto espacio para la vida.

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