miércoles, 31 de mayo de 2017

LA PELEA





El día no levanta cabeza
cuando cruzas, por sus tripas,
la ciudad de Madrid,
por sí allí, en la otra punta,
se encuentra el futuro,
escondido dentro -demasiado dentro-
de esa oferta de trabajo que leíste en internet.

Es en realidad,
el mundo, que no levanta cabeza,
cuando andamos de oficina en oficina,
- o agencia
o bar
o tienda, lo que sea -
regalando nuestra historia en un papel con nuestra foto, que les mira e implora suerte.

En una salita con sillas de plástico
esperan los trece perros del hambre,
recelosos, porque saben que detrás de la puerta
sólo hay un bocado del filete
y somos demasiados.

Procuramos no mirarnos desde fuera,
cuando arrancamos a hablar
y sonreír, como en aquella foto,
fingiendo ser lo que buscan.

Al salir, nos colocamos el vestido
y limpiamos de nuestras comisuras
el semen de la burocracia,
alzando la mirada de reojo,
sobre las ventanas de ahí arriba,

hacia los despachos en que nuestra historia
es apilada sobre todas las demás historias.

Sé que ahora estás volviendo a casa, pensando en
si te llamarán.

Sé que hace frío. Demasiado frío.

Todo lo que hemos conseguido,
ha sido siempre después de mucho patear
y de luchar. No queda otra.

No te puedo prometer que todo va a ir bien
a partir de ahora.
Sé que estas volviendo a casa,
sí puedo prometer que voy a estar aquí,
que daría cualquier cosa,
- toda esa mierda del futuro y la esperanza-
por estar siempre, contigo,
en la pelea.

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