domingo, 14 de mayo de 2017

EL VIGILANTE DE SEGURIDAD TOCA LA MANDOLINA





A un grillo



Siento el mismo vértigo que tú,
al mirar el océano de luces, la ciudad,
desde aquí arriba.
A mí también me falta un puñado o dos
de aire,
al enfrentar la dura cáscara
de este retablo de títeres de alambre
que se presenta como una gran aventura.
También sudo tu miedo y tu ansia de ternura
y muero como tú
empujando las horas por la espesura irrespirable
de la duda y la necesidad.

Tampoco he sabido cómo empapar
la ociosa plasticidad de las espigas que abrazas,
su admirable capacidad de recuperación.

Quizá mañana, digo.
Quizá mañana,
cantas.

Vuelvo la mirada hacia la noche.
Te quiero porque no sé exactamente dónde estás.

Apenas me cuesta admitir
que sólo somos manchas de hollín,
el mismo grito vertical.

Yo, en silencio. Tú, campanas.

Compañero,
al final vas a hacerte daño
y puede que mañana necesites esas alas,
puede que ella no vuelva.
Ven, amigo, desde aquí arriba es todo más pequeño.

Seguro que te sabes una alegre.

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