miércoles, 31 de mayo de 2017

LA LUZ DESDE UN POZO





Estoy haciendo añicos las estatuas,
leña del hogar,
con los motivos, naufragios poemas
por no admitir que vence el blanco ruido,
hollín en las arterias.
Las tres brujas advirtieron, general,
de tu ambición.
La voz-anuncio recomienda medicinas.
Vence a tu oblicua luz mi subsuelo
de canastas sobre la bocina.

De momento
no es la muerte, no definitiva.
Un descuido a veces pone las sonrisas amarillas.
No nos podemos permitir la confusión: el amor -la lucha-
no es un animal de compañía,
un reservé, un zapato viejo,
un proyecto de vejez,
un estampado en guerra blanda.

No nos podemos permitir el frío: tan cerca de la cama
especular con el valor del pan.


Me faltan valor y horas de vuelo para afrontar la rotación.
Tú eres el hambre y las panteras. Sólo voy detrás,
muerto de miedo y manchas de humedad.
Tanta noche tanta duda tanto puto especialista
tan inaccesible el hueco para respirar entresemanas,
en la escurridiza deglución de las ciudades.

Centrifugando olvido qué bonita estás en el balcón,
qué azul tu vértigo, tu juego de esperanzas.
Le sobran precipicios a tus ojos y es mi culpa,
de mi vida en mate, de mi hostil velocidad.
Luzco alambradas abrazando cada flor,
una trinchera cobarde de narcóticos
te quiero
un gris acogedor pero insondable.

Le tengo que pedir todo el empuje de la fe y las cumbres,
a este puñado de inútiles palabras
que no piden perdón, piden

en una bolsa para el té,
cuarenta mil kilómetros de cielo.

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